viernes, 11 de octubre de 2013

Octubre.


Has entrado sin avisar a punto de dejarme con las cartas encima de la mesa,
para pedirte en silencio que salgas por esa puerta.
Y que la cierres,
déjala bien cerrada.
No vamos a esperar que caiga la última hoja,
yo ya las he arrancado todas.

Comprendo tú dolor, tú también me has dolido antes.

Y dejo de preguntarme por qué me miras así,
todo lo que no odias es a ella.

He intentado convencerme tantas veces de que no te quiero,
que se me han acumulado y ahora te quiero el doble.
Tanto que hasta dueles.
Tanto
que
basta.
Dueles.

Cada vez que miro al cielo, me arrepiento de no saber cómo mirarte de con otros ojos, con otra cara, otra boca, otro cuerpo, otras formas. De no mirarte siempre desde cerca y tener que mirarte desde aquí. Y tú ahí arriba disimulando. Como si no pensáramos siempre en el principio de un libro antes de escribirlo, como si no nos gustarán los felices trágicos más que ninguno. Menos mal que contigo no quiero finales. Y que ni si quiera he pensado el principio; comenzaste sin más.
Y ojalá más.
Ojalá te tenga, y me tengas, entre manos y entre las costuras.

Que tienes razón: nunca tengo bastante. De ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario