Te he visto pasar por Gran Vía esta
mañana, vestida de flores, con la miada en un punto fijo que se hace
más y más borroso por momentos. Como nuestra historia cuando
decides que hoy no te piensas mover de la cama, que te quedas a
morir. Muy lejos.
Me he visto ir por el espejo, tan sola
como nunca, y he visto el invierno venir pegando voces, recordándome
que no estoy sola, pero que voy se seguir sintiéndolo así. Que es
peor, joder, que es una putada.
Me he ido, claro que me he ido, como el
perro que decide escapar hacia donde no quiere sólo porque se ha
perdido, desorientado porque no llueve y no tiene reflejo en el que
mirarse, y no he encontrado peor soledad que cuando una no se tiene a
sí misma. Y se cae.
No nos encontramos, ¿nos estábamos
buscando ya?
Hoy he vuelto a pensar en ti, como cada
mañana. Algo estarás haciendo bien. Y algo mal, amor, no vayamos a
cantar victoria, que no me sé esa puta canción.
Mira, pasa lo siguiente: Que no pasas.
Que hoy me he pateado Gran Vía y no
has pasado, y no he visto ni una puta flor, ni un mínimo resquicio
de paz, ni un abrazo, una discusión a medias, ni si quiera un polvo
sin final feliz. Sin final, que no quiero.
Tú ganas; no he pasado por Gran Vía.
Te miento, porque no me han pagado nunca por hacerlo, y porque si estuvieses mirándome a los ojos, no sabría dónde mirar ni dónde mentirte que no te haya besado ya.
Te miento, porque no me han pagado nunca por hacerlo, y porque si estuvieses mirándome a los ojos, no sabría dónde mirar ni dónde mentirte que no te haya besado ya.
Veo venir el invierno, mi amor, pero,
¿de quién?
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