domingo, 31 de agosto de 2014

Fui vencida, y aprendí a escribir por mí.

A la tercera vez que intentas escribir un libro va la vencida.



Y me senté a mirar tus fotos con la inseguridad que proporciona sentir después que no debería haberlo hecho. Pero lo hice, y esta vez los recuerdos eran trenes que ya no paraban en tu estación,
me pesó el recuerdo de mi cuerpo sangrando, de las heridas que tapaste sin apretar, que sólo me dejaste ocultar. Ocultar es otra forma de mentir, que no se nos olvide.

Esta vez no necesito flores; he conocido a alguien, creo que soy yo,
aunque ni si quiera sé con qué ciudad quedarme, o si es ella la que se tiene que quedar conmigo,
pero las he mirado sin pensar en ti, y las he visto bailando, inventando una canción en un balcón, en el mismo que una chica que no es cualquiera toca la guitarra.
Y he querido quedarme, 
me he sabido mía, como nadie, 
y no me ha hecho falta correr,
ni si quiera seguir escribiendo para llegar al punto y final. 
Lo cierto es, que al final ya le sobran demasiados puntos.


Que después de los finales no nos vengan más perdices, nunca fui de quedarme con las alas de nadie.





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