Ahora que el silencio se ha convertido en canción. Que el invierno
llega en primavera. Que no paseo sola, aunque de soledad no se muera nada.
Ahora, justo ahora, reconozco el miedo que le tengo a absolutamente todo.
¿Qué
ha cambiado en mi vida para llegar a esto? No queremos saberlo, pero lo sabemos.
¿Qué ha pasado para que le
tenga miedo al cambio y a seguir igual?
A las sombras y a la oscuridad. Para
que le tenga miedo a volver y a no hacerlo jamás. Para que me ronde siempre el
miedo de que la pantalla de mi móvil se vuelva a iluminar, pero también el de que
permanezca apagada sin ningún mensaje que leer. Para que le tenga miedo la
mentira y a que me digan la verdad. Que le tenga miedo a tener que
volver a besar a esas chicas y a no hacerlo más. Miedo a echar de menos y a que
ese menos vaya aún a más, o sólo a más. Miedo hasta al propio miedo. Miedo a
respirar y a seguir sin hacerlo con normalidad. Miedo a despertar y a no ser
capaz. Miedo a no estar haciendo lo correcto, miedo a no hacerlo fatal. Miedo a
salir a la calle, miedo a no querer entrar.
Miedo a no querer, miedo a querer y ya. Miedo a que me quieran salvar,
miedo a que se queden sin querer hacerlo. Miedo a que se pare la música, miedo
a que no deje de sonar. Miedo a la velocidad, miedo a ir despacio. Miedo al
correr del tiempo, miedo a que se pare. Miedo a volverte a ver, miedo a no
poder volver a hacerlo. Miedo a que seas feliz, miedo a que no puedas serlo.
Miedo a serlo yo, miedo a no serlo. Miedo a no ser nada, por no estarlo
pidiendo. Miedo al miedo, miedo a no tener miedo. Miedo a no saber darlo, miedo
a dar mucho. Miedo a no estar esperando nada de nadie, miedo a estar esperando
demasiado. Miedo a prender la llama,
miedo a no saber apagarla.
Miedo. Si me preguntan por qué sigo, les diré que es miedo.
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