jueves, 6 de abril de 2017

Dos palabras tuyas bastarán.


Te ha estado mintiendo mientras te escapabas de entre sus manos. Ya no eres quien le sacará el desayuno al balcón cada vez que no pueda más.
A estas alturas ya deberías saber a perdonar. Perdonar en cientos de lenguas y en varios idiomas. Perdonar hasta que resulte imbécil. Perdonar harta que no sirva de nada. Hasta que no te quede nada que perdonar o hasta que no debas hacerlo más. Pero no olvides, de verdad te lo pido. Coloca con cuidado todo lo que te hizo daño en tu galería, y obsérvalo para saber por qué dijiste que no volverías a dejar que te hicieran daño. Tranquila, la rabia y el rencor se irán, y sólo permanecerá eso: el perdón y el recuerdo. Sabrás a ciencia cierta que debiste quererte mucho antes, pero no importa, tambén te vas a perdonar por eso. Olvidarás cómo llegaste hasta aquí, y eso ya no sirve de mucho, tienes todas las direcciones apuntadas. Tienes todos los nombres que un día te hicieron daño, también Madrid. Perdona las ciudades, perdona su descuido, pasea todos los lugares donde sientas que ha dolido. No olvides todo eso. Por su culpa eres quien eres, sientes todo eso, y por supuesto tienes muchas más razones que antes. Pero no te confundas: eres idiota. Y si se te vuelve a ocurrir dejar la persiana subida para que entre el sol sin permiso, vamos a tener tanto que perdonar que no vamos  saber cómo hacerlo.
Me vi en medio de una tormenta de arena en pleno Marzo. Me vi agarrada a un clavo ardiendo por no mandar que saltara todo por los aires. Me vi haciendo las maletas porque era para hoy, para ya, para ahora. Porque dejé de procrastinar.

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