lunes, 19 de diciembre de 2016

Efímero.


Será que soy imbécil. Me lo digo siempre "eres imbécil". Hay que admitir cada imbecilidad que se hace en la vida. ¿Cómo le cuentas tú a alguien de quién no has estado enamorada en la vida, que siempre? Toda esta muerte.
Quiero evitar que salga mal todo lo que entre. Quiero evitar que salga. No soporto las pérdidas, maldigo cada 19, por eso hoy escribo, para decir que no sé echar de menos. Me agobia la ausencia, me incapacita el pensar, pero ¿Cuánto llevo sin llorar? ¿Llorar implica soltar lágrimas? ¿Llorar también es suplicar? ¿La súplica es una lágrima?
He estado pensando que la mejor manera de enterrar el dolor sería que mi cadáver fuera encapsulado en una máquina frigorífica esperando que el amor de mi vida me coma el. Y me despierte. Qué ironía lo del frío que te mueres. ¿De verdad eso nos va a devolver a la vida?
Odio a toda esa gente que no se atreve a quemar recuerdos, míralos, queriendo seguir adelante sin borrar las fotitos de sus perfiles, sin tirar las notitas a la chimenea, sin ver cómo el camión de la basura se lleva esa cajita. Ahí, sí, ahí me dais pena, ¿Cómo vais a pasar página con la de peso que le habéis puesto encima?
No me olvidaré de ti, verás, como mucho lo que puede pasar es que me acuerde de mí. A veces me llamo y no contesto.
Echo de menos tan fuerte que detonaría todas las estaciones del país. Tanto hablar de alas para acabar cogiendo un taxi.
Que me queráis tocar es algo tan irrelevante, como vuestra respiración. Mi cuerpo hace música y nadie ha sabido hacerlo sonar. ¿Me explico?
Si estoy cuerda es porque tampoco me han sabido atar. Si estoy loca es por la nota, do, re, mí, bah.
Mi coño sí que es efímero.
Como todo lo que no esperas.


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