martes, 17 de septiembre de 2013

Suspensos de vida.


Imagina despertarte con un objeto de 1000 toneladas bloqueando la salida. Quedarte quieta del pánico, y no saber si llorar o correr a estamparte contra cualquier muro que te encierra.

Tengo demasiados sueños sin cumplir como para no querer morirme.

Cuando lo que pasa es que no pasa nada, respiro esperando ahogarme.

Soy un precipicio de cristal que ya estaba roto antes de derrumbarse. Lo triste es que nadie quiera pegar las piezas por miedo a cortarse o por miedo a que no encajen del todo. Miedo. Siempre es miedo.
Tranquilos, el daño sólo voy a sufrirlo yo.

Soy tiempo,
encerrado. Encerrada como una presa que sabe que cumplirá cadena perpetua. Con una herida terrible en la vida.
Ya no te hablo de corazón, hace tiempo que sé que no late bien, y no me importa.
No seré yo quien sea demasiado para alguien.
No soy. Nada.
No estoy segura de encajar, pero me desencajo cuando queráis.
Entended que no quiera vivir. Así.
Vosotros sabéis haceros notar demasiado bien como para no sentir el cuchillo. Sacármelo empujando más fuerte, que retroceder es de tontos.

Soy un cuadro que nadie se atreve a pintar, y guarda el boceto en un servilleta de cualquier bar.
Soy quien siempre espera lo que sabe que no va a llegar.
Deja de intentar subirme al cielo, y bájamelo, que no quiero volver a romperme.

Soy un intento de fuga, pero sin billete de ida.
Soy mil veces vuelta, sin saber cómo empezar.
Soy, por eso dejo de ser cada vez que no miro al cruzar.
Soy la chica que se para delante de un semáforo en verde para que los coches sigan pasando. Nunca por encima.
Soy hundimiento de un terreno sin construir.
Y sobre todo, chica triste, y sobre nada, yo.


No intentéis entenderme. Ojalá nunca nadie sepa por lo que estoy no pasando.




No hay comentarios:

Publicar un comentario