jueves, 19 de enero de 2017

Catarsis.


La magia de no ver los paisajes sola. De dejar que haya trenes que pasen de largo porque ya no importa tanto llegar, pudiendo quedarme un rato más contigo.
La inocencia de sentir a la muerte como una extraña dispuesta a llevarse todo lo que te rodea, tus libros, tu música... Pero te deja los recuerdos y el abrazo de quién siempre está, porque los que sufren son los que se quedan. Y tú sabrás que no se crearán recuerdos nuevos con esas letras que no has llegado a leer o escuchar. Pero te quedarán unas manos agarrando fuerte las tuyas, parando de follar para darle otra vez al Play, tomándose un descanso tras los polvos para leer eso que huele a ausencia pero marca su presencia. 
A veces no entiendo qué es el amor, pero me lo invento. Imagino un montón de recuerdos futuros que me llevan a todos los funerales donde tú siempre me abrazas. Me invento discusiones para las que siempre, siempre - ¿Me oyes? Siempre - encontramos la reconciliación perfecta. Pero no puedo prometerte que no vaya a enfadarme, me diseñaron para patalear en los charcos antes que ahogarme en ellos, por eso entiende que no me calle, entiende el cruzar de brazos y el mirar hacia abajo como la petición formal de un abrazo.
Entiende que por ti reconocería despreciar a esa chica que escribe cosas a las que yo no prestaría atención pero tú no se la quitas, e igualmente te leería todas las noches sus libros hasta que me sangrara la lengua con tal de que tú concilies el sueño. Que te arroparía con sus versos sacándome los ojos, pero ojalá no vuelvas a tener fiebre. Y no te pediría que hicieras lo mismo, el amor es no esperar nada a cambio, porque mi mayor premio es saber que estás. Entender hasta dónde estarías dispuesta a llegar y comprender que no quieras. Pero a mí sí. (Y yo a ti, cariño, y yo a ti. Por todo el que te tengo).
Necesito que entiendas que mis límites de velocidad varían según las ganas, y cuando corro sólo puedo pedir que seas tú quien no se muera nunca.
Mi vida es un carnaval en el que yo no salgo de casa por miedo a que otros no entiendan que mi disfraz es éste, que mi cuerpo no es mi cuerpo, que mi cuerpo a mí me daña y a veces ni lo siento, ni lo padezco.
Mi amor, te acompañaría a todos los funerales que te hicieran llorar, aún sabiendo que me dan pánico los cementerios y mi tendencia a la depresión se vuelve catarata. Pero jamás me vuelvas a preguntar si iría al tuyo; si te mueres hoy, me mato mañana.

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