No hacia falta imaginar. Me subí sin
saber muy bien en qué punto de la ciudad tenía que parar. Sólo
sabía que ninguna parada te tendría a ti esperando. Ni si quiera
las calles.
Nada,
pero no había mar.
Casi me pierdo, pero resulta, que
cuando no te da miedo, simplemente te encuentras.
Se trataba de jugar a odiar todo por
pensar que se trataba del lugar,
pero se trata de ti, y yo
sólo tenía que aprender a olvidar,
a echar de menos.
Pero me torcí y lo eché todo de más.
Podría ser la excusa perfecta de cada
Martes, salir a buscarme por las calles, perderme cuando quiera
llegar a casa, y seguir pensando que estoy en cualquier parte mejor.
Pero cualquier parte no te tiene a ti.
Y ya dudo que eso sea una putada.
Y hasta ahí puedo leerme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario