miércoles, 7 de agosto de 2013

An - dadas.



Mira, no sé cómo voy a explicarte que los poetas son menos poetas cuando tú no me miras,
que los reencuentros no me saben a nada si no son contigo,
que las despedidas me saben “te echo de menos” a los dos segundos si son de ti,
que no tengo ni puta idea de cómo quedar a alguien sin palabras 
pero llega la poeta y lo hace por mí.

Que el miedo es un hijo de puta que puede con todos 
si le dejas,
pero yo pienso cuidar de ti 
si me dejas,
y matarlo con los mismas ganas con las que un día lloraste.


Todas las historias de las cuales me han hablado son mentira desde que tú y yo las sabemos,
todos los cuentos están hechos para hacernos reír,
y toda la poesía para que nos corramos en ella.
Por los ojos,
por el corazón
o por los abismos de piel.
Dónde mejor se escuchen.

Casi se me olvida decir qué sueño,
no sabes cuánto (te) sueño,
ni lo mucho que me impide dormir.

Querer es un manojo de nervios y cien vuelcos de corazón y giros de tuercas, más de mil suspiros y quedarte sin palabras en mitad de cualquier sonrisa. 
Pero claro, qué iba a saber yo sin eso.


Un día me desperté y ya no estabas,
y desde entonces si si quiera cuento,
ni 
si 
quiera 
es-
pero,
ni
si
quiera
quiere
por
si
quiero.

Y dicen que se desvela por las noche la Luna y quiere saber todo lo que llevas,
a cuestas o a cuentas,
pero ojalá sigas contando conmigo,
hazlo bien, anda.
Que no soporto un día más sin el sol que haces,
sin la boca que deshaces,
y sin que al fin, la música, sepa como bailar para ti y no al revés.


Para hacer un buen regalo debe ser algo que la otra persona no se atreva a comprarse, algo que no sea de uso rutinario, algo... especial.
No sé, creo que deberían regalarme a alguien cómo tú, porque yo jamás te compraría. 



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