viernes, 23 de agosto de 2013

Quédate, que acierte.


Tengo la habitación llena de olores de sueños desconocidos,
y un montón de conocidos contándome su sueño.
Y el mío acercándose a ti, tanto, que tengo miedo de cortarme, 
con lo rotas que estás.

Todos los pájaros de mi cabeza hacen que el mundo me pida que te deje marchar,
pero nadie ha tenido cojones de enseñarte a volar,
tranquila, voy a hacerlo como nadie te ha sabido follar.

Se han atrevido a señalarme de risa,
y ni si quiera me han dejado fumar.
Pero espero que me echen
en papeles preciosos,
que me ayuden a dejar de echarte de menos.

Tengo una memoria de pez que me impide recordar todo lo que no guardo bien y decide marcharse por causas que desconozco. Pero tranquila, jamás me olvidaré de quererte; te tengo guardada hasta el último pétalo.

Una noche decidiste que no nos quedáramos hasta tarde,
pero yo sigo quedándome contigo, siempre.

Septiembre va a ser, preciosa. Precioso.
Y no va a haber mejor poesía entre mis manos que tú.
Pienso esperarte bajo tu ventana a riesgo de correrme sin saber dónde vives,
me quedaré, lo prometo.
Voy a hacer de ti una estación infinita,
y no voy a querer ver ni un sólo tren más,
ni si quiera una variación de temperatura que no hayas causado tú.
Mi amor, va a tener que joderse el frío cuando te vea llegar a la puerta de cualquier bar,
y va a tener que joderse el mundo cuanto diga, que por fin, eres felicidad.
Que ya sabes que mi tristeza siempre será tuya,
con todas las deudas que debas saldar.
Menos mal que me dejaste en números rojos y pude volver a empezar,
en ti.
Aunque decidas ponerle algún día un puto final.




Llega ya, que estoy apunto de decirte que no aguanto más mientras me enseñan cómo hacer volar a un pez muerto.




No hay comentarios:

Publicar un comentario