Aprendí a andar sin tener ni puta idea
de hablar,
ahora que hablo
cada vez que voy a levantarme.
Hay que salir corriendo más veces sin
avisar.
Se han atrevido a quitarme el derecho
de soñar más horas de las que te cuento.
Ojo por ojo.
Abierto.
Ojo por ojo.
Abierto.
Me han robado las ganas de vivir tantas
veces que ya no busco culpables; tengo demasiados.
Aunque tampoco me hace falta seguir
latiendo para darme cuenta de que el mundo va a seguir igual,
y yo voy a seguir tan a partes
distintas que a veces se me olvida llamar a la puerta antes de
entrar,
de tal fallo, tal hostia.
Me han quitado el derecho a elegir,
y yo sigo eligiendo al amor algo
torcido,
por no sé qué de que tu boca y tú,
y algo de la felicidad.
Hazme caso,
lo que te parezca,
y lo que sea.
He escuchado levantar el tono de voz
por encima de un orgasmo,
y eso sí que es delito.
Algo folla.
Mira si son terribles, que casi me
escondo debajo de tu cama, porque en la mía ya no estoy sana ni
salva.
Te echo 24.
Y van a seguir sin tener ni puta idea
de por qué elegí ése número.
Ojalá no tener miedo a una máquina
que te lleva a una vida por segundo, y que te acelera en 2 curvas.
Ojalá no saber nada de golpes,
ni de llorar de madrugada,
pero qué bonito nos queda el
insomnio.
Ojalá tirarlo todo por la ventana,
y que justo debajo esté tú ciudad.
Ojalá no nos cansemos nunca.
Ni de soñar.
Voy a guardar todo el rencor; no me
importa si vienen a buscarlo.
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